miércoles, 5 de octubre de 2011

Ver el arte

Henri Rousseau (1844-1910)no logró vender su primera obra a un marchante de arte hasta 1906. El comprador fue el célebre Ambroise Vollard y la pieza El león hambriento se abalanza sobre el antílope, tela que se había exhibido en el Salón de Otoño de 1905. Es una de sus reconocidas pinturas de selva en las que detrás de lo que parece una visión apacible de vegetación frondosa y animales exóticos se esconden, en realidad, imágenes violentas de la lucha por la supervivencia. Está obra pictórica es la que hoy vamos a explicar.
  1. Al ver la obra podríamos pensar que Rousseau era un gran aventurero que visitaba países exóticos para inspirarse luego de sus vivencias y realizar sus obras. La realidad es otra: nunca salió de Francia. Se inspiró en la flora y la fauna de los invernaderos, los jardines botánicos y el Museo de Historia Natural de París. Miles de animales disecados se exponían, algunos en poses de combate, y se convirtieron en modelos de sus dibujos y pinturas.
  2. Rousseau llenaba sus mundos oníricos con raras yuxtaposiciones mezclando plantas y animales de diferentes ambientes. También las plantas son fruto de exactas observaciones de la exuberante vegetación en el Jardin des Plantes de París. Los dibujos fueron pasados al lienzo con un pantógrafo, reduciéndoles la escala para luego ser deformados y exagerados hasta que la especie ya no es reconocible y las grandes superficies adopten un patrón abstracto y decorativo.
  3. El león y el antílope han sido ubicados con precisión en el centro, rodeados de otros animales que observan el espectáculo violento que se les ofrece. A la derecha, la pantera parece esperar su turno con ansiedad mientras la lechuza, con su plumaje decorado con los puntos blancos que la caracterizan, parece no estar interesada en la escena. A la izquierda, semioculta, una criatura híbrida, grande y peluda (oso, pájaro o mono) con un palo en su pata.
  4. Rousseau era completamente autodidacta, lo que posiblemente explica sus interpretaciones carentes de toda perspectiva. Asimismo, no hace uso de la luz ni de la sombra; de ahí que todo resulte plano. Y aunque Rousseau muestra el lado más violento de la selva salvaje, las heridas sangrientas que pinta no tienen profundidad y las miradas de los animales parecen apáticas. Crea un ambiente lleno de una extraña metafísica, una atmósfera casi surrealista.
  5. La puesta de Sol con su intenso tono rojo contrasta fuertemente con un cielo pálido y con la jungla en la que predominan los tonos verdosos. Rousseau desarrolló su propio estilo aplicando los colores uno por uno. Primero terminaría con todas las variantes de las hojas verdes antes de usar otro color. Pintaba en capas en función de los contenidos. Empezaba por el cielo y otros elementos del fondo hasta llegar al primer plano, trabajando el lienzo metódicamente de arriba abajo.
  6. El cuadro tiene peculiar pintura figurativa, algo primitiva y naif (no solo este cuadro tiene este tipo de pintura, los cuadros de Rousseau se caracterizan por eso) , causó diversión entre la vanguardia de la época. Más tarde sería admirado por artistas modernos como Picasso o los surrealistas. Sus junglas, motivo central de su obra, resultan muy estructuradas, con plantas de muchas formas y tamaños que parecen alcanzar el Sol. Las líneas verticales son rotas por una red de hojas horizontales y diagonales que forman un marco y dirigen nuestras miradas hacia las dos figuras centrales.

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