domingo, 16 de junio de 2019

Una historia para tirarse de los pelos

Pelucas



Se conoce su uso desde los antiguos egipcios, conservándose ejemplos de ellas realizadas con pelo natural. Se han utilizado en diferentes civilizaciones, tanto para teatro en Japón como como complemento de moda en Roma y Grecia. Su uso cayó con el Concilio de Constantinopla en el año 629, dónde se decidió que se excomulgaría a sus usuarios. Pero, en el siglo XVI, volvió su uso debido a las diferentes enfermedades que se podían prevenir con su uso, como los piojos o la tiña a la calvicie, de hecho, el rey Luis XIII de Francia quien debido a su calvicie las empezó a utilizar, lo que hizo que la corte las empezase de utilizar y se pusiesen de moda. Francia que era el imperio más importante en el momento marcaba el estilo de Europa y por tanto, si se ponían de moda en el país galo se utilizaban en cualquier país europeo. En España, las introdujo la dinastía borbónica con la llegada al trono de Felipe V, de origen francés, que empezó a reinar en la península tras la muerte del último Austria Carlos II. A Inglaterra llegó de manos del rey Carlos II de Inglaterra con la restauración tras la República de Cromwell, durante la cual se había exiliado en Francia. La expansión de la moda de llevar peluca hizo que, en 1665, se estableciese en París el Gremio de Peluqueros. Este complemento cada vez era más elaborado, grande y pesado y aunque, solía estar hecho de cabellos humanos, había modelos más económicos de cabra o caballo. Con la llegada del siglo XVIII se comenzaron a llevar empolvadas, dándole ese toque blanquecino y en el caso de las pelucas femeninas se adornaban con ornamentos, lo que les obligaba a llevar la cabeza gacha en los carruajes. Dónde primero se dejó de utilizar este complemento fue en Estados Unidos en 1776, cuando Benjamin Franklin, durante un viaje a Francia desde Filadelfia, decidió tirar por la borda de su barco su peluca. El señor Franklin viajaba a Francia buscando apoyo para Estados Unidos quien se estaba independizando de Inglaterra. Al tirarla al mar lo que pretendía era deshacerse de un elemento que era un símbolo de distinción y que le separaba de las clases más bajas, algo con lo que se pretendía acabar en un país donde sus ciudadanos tenían que ser libres e iguales. No solo eliminó la peluca, también todo elemento de la moda que le separase del ciudadano de a pie y así se presentó ante la corte francesa. El uso de las pelucas fue disminuyendo a lo largo del siglo XIX hasta la actualidad, dejándola de utilizar. De hecho, ahora más que un complemento de moda, su uso se limita a los disfraces y al humor. En los países de la Commonwealth se siguen utilizando por parte de jueces, abogados y políticos en diferentes actos.