lunes, 23 de abril de 2012

Si Cervantes y Shakespeare no hubiesen escrito

La escritura cuneiforme
Es la escritura más antigua. Fue creada por los sumerios hace nada menos que seis mil años, es decir, alrededor del cuarto milenio a.C. En sus inicios, las gentes que habitaban las tierras de Mesopotamia desarrollaron un sistema de escritura basado en imágenes, en dibujos simples llamados –técnicamente- pictogramas. Utilizaban para ello tablillas de arcilla, cortadas en columnas verticales, en las que grababan esos pictogramas con un punzón afilado que se fabricaba con cáñamo. Poco a poco el sistema se fue perfeccionando: empezaron a escribir de una forma ordenada, de izquierda a derecha y en filas horizontales, tal y como ahora lo hacemos nosotros. El punzón anterior se sustituyó por otro en forma de cuña, que permitía, dependiendo del ajuste de la posición de la tabla frente al punzón, utilizar un mismo instrumento para escribir una enorme variedad de caracteres. Ese punzón es el que pasó a la historia: por ser su forma de cuña, a esta escritura se la llama cuneiforme. Aunque la escritura cuneiforme fue inventada por los sumerios, luego la utilizaron acadios, babilonios, elamitas, hititas, y asirios, aunque todos ellos empleaban –lógicamente- sus propias lenguas. El primer occidental en conocer la escritura cuneiforme fue Henry Rawlinson, quien, en 1835, encontró la Inscripción de Behistún en un acantilado de esa ciudad, en Persia. Entre Rawlinson y su colega escocés Edward Hincks llegaron a la conclusión de que estas tablillas correspondían a una lengua silábica, y empezaron el lento y tortuoso trabajo del descifrado. Les ayudó enormemente el descubrimiento de la ciudad de Nínive, cuya biblioteca albergaba miles de tablas de arcilla con las que podían comparar. Rawlinson y Hincks lo consiguieron gracias a su arduo trabajo, y a partir de entonces muchos historiadores y especialistas pudieron arrojar nueva luz sobre la historia antigua de las civilizaciones mesopotámicas. Y es que el cuerpo de textos de contenido religioso y cultural hallados en sumerio, acadio, babilonio, etcétera, era ingente.

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