Los aztecas creían que las lágrimas de los niños hacían que lloviera y que el maíz creciera más. Conducían a los niños a la cima de una montaña, les metían en una cueva y bloqueaban la entrada para que murieran de hambre. Cuanto más lloraran los niños, más llovería
y
en la Europa medieval, los médicos eran bastante ineptos. Cuando querían curar una pierna rota, colocaban un cerebro de perro envuelto en una venda sobre la herida.
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