Cuando Carlos III vino de Nápoles, se encontró la capital de España, Madrid, sucia y sin alcantarillado. Cuando se hacía limpieza se tiraba la porquería a la calle.
Por ello, Carlos III y sus ministros napolitanos decidieron cambiar lo que sucedía, porque había que limpiar Madrid y hacer la ciudad europea. Uno de sus ministros decidió que también había que trocar la indumentaria de los madrileños, que iban vestidos con largas capas y enormes sombreros. Los madrileños no resistieron.
Esquilache prohibió esa vestimenta, mandando, incluso que los guardas cortasen las capas y quitasen los sombreros a los vecinos de la ciudad. La gente se amotinó y fue a casa del ministro y después al Palacio Real. Carlos III tuvo que destituir al ministro y renunciar a cambiar las costumbres de los madrileños.
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