El mármol es una roca no pulida que resulta del metamorfismo de la piedra caliza. Para la formación del mármol se requiere alta temperatura y presión, que destruyen cualquier textura fósil o sedimentaria que hay en la roca. En el caso del mármol blanco, es el resultado del metamorfismo de piedras calizas muy puras. En cuanto a otras variedades de mármol, con vetas de colores, son resultado de impurezas minerales de arcilla, cieno, arena, óxido de hierro, o rocas silíceas, que estaban en la roca original en forma de granos o en capas. La palabra mármol deriva del griego marmaron, que a su vez proviene de marmaros, que significa “roca cristalina” o “piedra brillante”; también se dice que deriva del verbo marmairō, que significa “brillar”. El mármol se ha utilizado desde hace miles de años como piedra estructural y ornamental.Es el mármol blanco el que ha sido más utilizado por los escultores desde la época clásica. Se debe principalmente a la suavidad, la homogeneidad y la relativa resistencia a la rotura que tiene la piedra. Además, debido a que la calcita tiene muy bajo índice de refracción, permite que la luz penetre varios milímetros antes de ser manipulada, lo que resulta en una apariencia cerosa que da vida a las esculturas en mármol de figuras humanas. En Grecia Antigua se utilizaban las variedades más famosas de mármol y desde la Edad Media, se usó para pavimentar y revestir, debido principalmente, a la aparición de nuevas técnicas de extracción y transformación. Fue parte importante de la arquitectura bizantina y también en la época del Renacimiento, cuando alcanzó una mayor difusión. Lo mismo sucedió en el Barroco, período en que se utilizó ampliamente como revestimiento. Más adelante, en la década de 1960, se volvió a utilizar el mármol con nuevas tecnologías. Hasta el día de hoy, se han realizado grandes mejoras tecnológicas de transformación, que han hecho del duro mármol una piedra flexible y moldeable.
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